Ella sentía que era irresistible, deslumbrante, arrebatadora. Como aventuré que además sería sensible, le tomé la mano, la miré a los ojos y le recité un hermoso haikai:
¿Vuelven al tallo
las hojas desprendidas?
Son mariposas.
Esperó un poco y me dijo: ¿Ya está?
En el libro “Extrañezas (Microrrelatos y relatos cortos)”