CINEFILIA

Siempre he querido, como en las películas de terror a las que soy tan aficionado desde chico, salir silenciosamente de mi dormitorio con una palmatoria en la mano. Como en aquella en que la llama de la vela tiembla en la oscuridad y proyecta sombras inquietantes en la pared. Bajar por la tenebrosa escalera, iluminando los escalones a mi descenso. Me imagino entrando en la cocina, abriendo el cajón y sacando un enorme cuchillo de trinchar como el de la escena de la ducha de Psicosis. Verme como el protagonista que vuelve y sube las escaleras lentamente empuñando el cuchillo, con una idea fija. Empujar sigilosamente la puerta que me dejé entreabierta y acercarme a la cama. Y aquí está el momento álgido: la música se precipita, sube de volumen y anticipa el clímax. Levanto el cuchillo y, con saña, lo descargo una y otra vez sobre el cuerpo que duerme…
Pero, ¿qué es esto? ¡Qué escándalo! Isabel, querida, ¿por qué gritas? ¿Qué te pasa? ¿Y qué hago yo fuera de la cama? ¿Qué es este líquido tibio y pegajoso que siento en la mano?
Si solamente estaba imaginando, construyendo secuencias de escenas irreales…

En el libro “Extrañezas (Microrrelatos y relatos cortos)”

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